María Luisa Castaño, CIEMAT: “Las relaciones a largo plazo son siempre las más necesarias y también las más rentables.”

Hoy conversamos con María Luisa Castaño, destacada investigadora del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT). A lo largo de su trayectoria, la doctora Castaño ha contribuido de forma decisiva al desarrollo de la investigación en energía, medio ambiente y tecnologías sostenibles, participando en proyectos clave para la transición energética y la innovación científica en España. Su experiencia ofrece una perspectiva valiosa sobre los desafíos y oportunidades que afronta la ciencia en un contexto de cambio tecnológico y ambiental.

¿Percibes que las empresas comienzan a considerar la transferencia como una herramienta más de innovación?

Llevo gran parte de mi vida profesional analizando cómo evolucionan las empresas y cómo la innovación puede ser una palanca de crecimiento para ellas. Desde mis primeras etapas veía que sólo las grandes empresas tenían una estrategia de innovación, en este momento, por suerte, hay muchas empresas, y no sólo grandes empresas, que tienen integradas estas políticas de innovación.

Otro avance más importante, y este sí que tiene que ver con transferencia, es que cada vez más empresas son conscientes de que para alcanzar verdaderas cotas de innovación, el conocimiento necesario que les aporta nuevas capacidades, se encuentra fuera de sus estructuras.

Hemos evolucionado a un modelo de innovación abierta donde la búsqueda de alianzas con los diferentes miembros de la cadena de valor o con otros miembros del ecosistema, entre ellos, los que aportan conocimiento y ciencia, se identifican como una oportunidad para generar ventaja competitiva.

Por tanto sí que veo una evolución, porque todas las empresas que empiezan con una estrategia de innovación al final llegan a tener una estrategia relacionada con transferencia, estas empresas y las que nacen directamente del conocimiento como las “spinoff” o algunas startups. Lo que me preocupa es que seguimos teniendo un reto de estructura para hacer accesible la innovación a todos los tamaños de organización, y es que España es un país de “pymes” y “micropymes” y muchas de ellas no tienen la estructura suficiente para albergar recursos que permitan activar la innovación, y ojo, que no quiere decir que no tengan conciencia de innovación, lo que no tienen es estructura.

De tu respuesta se deduce que el ecosistema es un elemento imprescindible para la activación de la innovación abierta, ¿Echas de menos a algún actor que pudiera o fuera capaz de formar parte?

Más que echar de menos, lo que veo es gente nueva. Por ejemplo, mucha de la innovación se produce porque son las empresas más pequeñas las que aportan un componente/conocimiento a un suministrador más grande. También se dan casos en los que en vez de ser estas empresas pequeñas las que aportan conocimiento, son otros actores de la propia administración pública quienes generan el conocimiento y lo trasladan y transmiten a las empresas con las que colaboran.

Pero además hemos visto aparecer nuevos agentes que forman parte del ecosistema, por ejemplo en el sistema financiero (el sistema bancario y entidades que representan a inversores) que están empezando a valorar e invertir en el conocimiento como activo intangible.

La oferta de conocimiento en España resulta atractiva para estos inversores, porque nuestros investigadores son muy buenos generando este tipo de conocimiento a través de sus proyectos, hasta el punto de que estos agentes financieros están al acecho de los proyectos que financia la administración para poder cofinanciarlos, ofreciéndoles préstamos participativos, reestructuraciones fiscales y demás alternativas.

Otro nuevo perfil que surge es el de los usuarios finales, como por ejemplo las asociaciones de familiares de pacientes, que son prescriptores de aquellos proyectos que permitan resolver o generar tratamientos y curas para estos seres queridos, llegando a impulsar y financiar parte de este tipo de proyectos para que se lleven a cabo. Son usuarios con capacidad de impulsar el ecosistema por la demanda que hacen al sistema.

Lo ideal sería recoger todas estas demandas y aportarles una solución, pero para eso hace falta la colaboración de todo tipo de perfiles, tanto públicos como privados. Entonces, ¿Qué crees que podemos hacer para impulsar colaboraciones privado-públicas que consigan mejorar la vida de las personas?

Esta pregunta me la hacen mucho, aquí lo importante es identificar las diferentes barreras que hay entre el ámbito público (en nuestro caso) y las empresas, porque cuando eres capaz de saltarlas, estas colaboraciones siempre acaban funcionando.

Yo que conozco mejor la parte pública, te diría que tendemos a hablar un lenguaje que no entiende la parte privada. Nosotros hablamos del conocimiento que tenemos y generamos pero las empresas miran más por su propia supervivencia y por ser siempre competitivos

Una de las barreras más críticas son los tiempos, la sincronización entre lo que necesita una empresa y cuando lo necesita y lo que un organismo o una institución puede hacer y cuánto tarda en hacerlo.

Entonces, es necesario que haya una voluntad de entendimiento entre ambas partes desde el principio, o al menos un acercamiento, en el que los organismos, sobre todo los públicos, hagamos un cambio de mentalidad para entender que nuestras investigaciones tienen que redirigirse y repercutir en la sociedad. En cuanto a las empresas, debemos conseguir que eviten caer en el sesgo de que lo que hacemos es casi gratuito y que podemos solucionar todos sus problemas.

Personalmente confío mucho en las relaciones privado-pública de larga duración, fomentando la mentalidad de estar en contacto y conocer el día a día para que cuando surja un problema tener más capacidad de reacción.

Las relaciones de colaboración cuyo principal objetivo es acudir juntos a conseguir algún tipo de proyecto puntual son poco útiles en el largo plazo porque una vez una de las partes ha conseguido su objetivo se desentiende de la otra.

Por eso digo que al final, las relaciones a largo plazo son siempre las más necesarias y también las más rentables, ya que no tienen un coste muy elevado para las empresas y tampoco les supone una carga a las instituciones.

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