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La innovación, semilla imprescindible del desarrollo de la sociedad

A lo largo de la historia, las principales potencias mundiales han sido siempre aquellas que se encontraban en la cúspide de la pirámide de la innovación, desde la antigua Grecia, pasando por los imperios árabes y observándose en nuestros días con Estados Unidos y China como referentes. En Europa, no es casualidad que lleven la voz cantante en esta materia Suiza, Suecia y Finlandia, quienes también están a la cabeza de desarrollo económico y social en Europa. España, por otro lado, es considerado como un innovador moderado, un peldaño por debajo de Francia, Alemania, Irlanda o Chipre y dos por debajo de los antes mencionados.

Sin embargo, los españoles somos los segundos más proclives a probar productos nuevos, tenemos una gran experiencia en el uso de datos abiertos y somos considerados muy positivamente por otros países como una fuente de talento cualificado.

¿Qué es lo que está fallando entonces?

Una de las posibles razones la podemos encontrar en la falta de interés por ser nosotros mismos los motores de la innovación; “Bendita innovación, pero que la piense otro”. En otras palabras, en España no somos muy proclives a llevar a cabo proyectos nuevos o propios. La falta de alicientes y facilidades por parte de los diferentes gobiernos tampoco ayuda, siendo uno de los países de la unión europea con un entorno para la innovación y emprendimiento más hostil y con un gran sentimiento de abandono por parte de las instituciones.

Quizás esa sea otra de las razones,la relación entre la innovación y el emprendimiento. La RAE define emprendimiento como “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro” en definitiva, podría entenderse como la firme iniciativa de comenzar algo nuevo y en esta materia, es donde no salimos muy fortalecidos. Según el informe de la GEM sobre el emprendimiento en España, somos uno de los países europeos con menor tasa de emprendimiento reciente (TEA), 5,5 y lo que es peor, 3 de cada 4 personas que comienzan este camino lo hacen porque el trabajo escasea y únicamente el 11% de los universitarios se plantean emprender. Esto entra en contraste con las razones de emprender de los países mejor valorados en esta materia, donde la primera razón es la seguridad y convicción de ser capaces de cambiar el mundo.

En definitiva, en España damos el paso cuando no nos queda otro remedio o el camino ya está definido.

Fomentar la mejora de esta situación y apoyar el emprendimiento (en todas sus vertientes) en el ámbito tecnológico puede suponer una gran ayuda para la generación de nuevas innovaciones y conocimiento.

Por ello, debemos hacer hincapié desde la base misma de la educación en tomar la iniciativa de comenzar nuevos proyectos, no como última alternativa, sino con la confianza y seguridad de que esto mejorará el mundo que les rodea. Esto se puede fomentar desde edades muy tempranas, llevando a cabo proyectos e iniciativas que inculquen las ganas de cambiar el entorno y mejorarlo.

Hoy en día, se está logrando reducir la brecha entre géneros y determinadas carreras, no obstante, sería ideal generar una atracción innata por la innovación, por querer abrir caminos nuevos y desear conocer a donde nos puedan llevar. Para ello, generar actividades como “diseñar tu clase” o “Construye tu colegio” pueden plantar esa semilla de interés, pero observar cómo las principales potencias en materia de innovación, como Suiza y Suecia la fomentan, no sólo desde la parte de ayudas financieras, sino en la cultura de la innovación será esencial para comprender cómo extender esa idea de mejorar la sociedad mediante la innovación, verla como una actividad vital y entender el fracaso en esta materia como parte de un proceso.
Innovación Emprendimiento